
En un movimiento inesperado, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo ruso, Vladimir Putin, han acordado iniciar negociaciones inmediatas para resolver el conflicto en Ucrania. Esta decisión marca un cambio significativo en la política exterior estadounidense y ha generado diversas reacciones a nivel internacional.
El 12 de febrero de 2025, Trump y Putin sostuvieron una conversación telefónica de aproximadamente 90 minutos, durante la cual discutieron una variedad de temas, incluyendo la situación en Ucrania, el Medio Oriente, la energía y la inteligencia artificial. Tras la llamada, Trump anunció que las negociaciones para poner fin a las hostilidades en Ucrania comenzarían “de inmediato” y que su equipo, encabezado por el secretario de Estado Marco Rubio y el asesor de Seguridad Nacional Michael Waltz, lideraría los esfuerzos diplomáticos.
Esta iniciativa ha suscitado preocupación entre los aliados europeos de Estados Unidos y en Ucrania. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, enfatizó que cualquier acuerdo debe involucrar a Ucrania y a sus socios europeos, afirmando que “nada puede ser discutido sobre Ucrania sin Ucrania”. Por su parte, la jefa de política exterior de la Unión Europea, Kaja Kallas, advirtió que cualquier acuerdo que excluya a Europa está destinado al fracaso.
A pesar de las críticas, Trump ha defendido su enfoque, argumentando que es necesario un nuevo camino para lograr la paz y que las políticas anteriores no han logrado resolver el conflicto. Se espera que las conversaciones formales entre Estados Unidos y Rusia se lleven a cabo en Riad, Arabia Saudita, en las próximas semanas. Sin embargo, la ausencia de Ucrania y de representantes europeos en estas negociaciones ha generado escepticismo sobre la viabilidad y legitimidad de cualquier acuerdo que pueda surgir.
Mientras tanto, el Kremlin ha elogiado la disposición de Trump para entablar un diálogo directo y ha expresado su esperanza de que estas conversaciones conduzcan a una normalización de las relaciones entre Moscú y Washington. No obstante, la comunidad internacional permanece cautelosa, observando de cerca cómo se desarrollan estos eventos y sus posibles implicaciones para la estabilidad regional y global.
